martes, 25 de noviembre de 2008

Amigos até a fin

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La foto de arriba tiene nueve años. La calidad técnica de la misma se debe a la escasa luz que había en el inhóspito paraje en que fue tomada, a mi pericia con la cámara por aquel entonces y a que he tenido que escanearla de una cuasipergamínica copia que me ha dado Xacinto pues yo no encuentro los negativos. La foto nos muestra a Xacinto oteando el mar de Galicia sin saber la que se le viene encima. Yo tampoco me imaginaba el pastel. En muchas palabras diré que un buen día, estando en Mugardos y después de gastarnos el dinero que nos había dado su abuela en ponernos morados de Ribeiro, cabrito y pulpo a la mugardesa, Xacinto me propuso amablemente dar un paseito hasta el final de la ría. El final de la ría y el final del mundo se le olvido decir. Joooder, yo nunca he paseado tanto rato, aún estoy cansado. Lo malo de ir al fin del mundo es que luego tienes que volver de noche. La foto esta tomada justo a la mitad de nuestro peregrinaje, al final de la ría, poco antes de darnos cuenta con congoja de que ya era de noche y nos quedaba la vuelta. Y el frío. Cogimos el toro por los cuernos y para evitarnos tres horas de paseito a oscuras decidimos atajar campo a través y nos metimos de lleno en el mayor y más densamente poblado campo de ortigas de toda Europa. Era un no parar de picor y escozor. Me clavé todas las que había. Me acuerdo que nos pinchabamos tanto yendo despacito que decidimos ir corriendo pues peor no podía ser. Pero si que era peor si. Poco antes de perder la cordura conseguimos salir de aquel infierno verde y tras otro buen arreon de andar divisamos algo parecido a un camino que finalmente nos llevo a una carretera. A mi se me escapaban las lágrimas por la emoción de ver algo de civilización y porque me picaba hasta el alma. Seguimos la carretera pensando que no podíamos estar lejos de un pueblo y efectivamente, estábamos a tomar por culo. Cuando ya hacía dos horas que no podíamos andar más y nos olíamos que nos iba a tocar dormir en la cuneta empezamos a hacer dedo con poca fe pues no recuerdo yo que pasaran muchos coches. Y si pasó alguno entiendo que mi aspecto, abrigado como felipón, con una mueca de desesperación en la cara y caminando cansinamente unos veinte metros por detrás de Xacinto (cuyo aspecto era más o menos el mismo) no invitase a nadie a cogernos. Cuando yo ya iba a perder la cordura otra vez y me iba a tumbar en la cuneta a esperar la muerte los cielos oyeron nuestras plegarias y el mismísimo Jesucristo apareció en un pequeño coche rojo para sacarnos de allí. No besamos al tipo en la boca por si nos dejaba allí tirados pero yo aún guardo en mi pequeño corazón un lugar para aquella alma bondadosa que nos libro de quedarnos más tiesos que la mojama en una cuneta gallega. En ese corazón también guardo un lugar bien grande para ti Xacinto. Espero poder perderme mil veces más contigo......
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Unha Aperta
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3 comentarios:

Anónimo dijo...

Igualmente.

[me ha dado la risa floja leyendo este texto y ahora me mira raro toda la biblioteca de la UNED]

Me llevo la foto al Facebook.

Unha aperta, meu.

jmarior dijo...

Ve a ese desierto Migue. Saca muchas fotos. Y sobre todo encuéntrate a ti mismo en el reflejo del espejo de tu réflex.

Un estupendo beers & blogs & beers & life

Gracias
Abrazo
jmarior

miguelan dijo...

Gracias a ti tio por no parar de hablar y no parar de decir cosas sensatas y sabias...

Un abrazo

Miguel